Aprender a mirar de otra manera
- Haritz Petralanda Mugarra

- 1 nov
- 1 Min. de lectura
La observación consciente no busca comprender de inmediato, ni catalogar, ni analizar nada. Simplemente estar presente.
Cuando observas sin prisas, los objetos cobran mayor vida, los sonidos se vuelven más claros y las personas se muestran más humanas. El entorno deja de ser un mero telón de fondo para convertirse en el protagonista principal.
"Mirar sin juzgar es abrir un espacio
de respeto y curiosidad:
Aceptar la posibilidad de que algo tenga
múltiples interpretaciones"
Así es como comienza la creatividad: cuando lo ordinario deja de parecernos evidente.
Dos ejercicios para entrenar la percepción
1. El paseo atento al detalle
Sal a caminar sin rumbo fijo y sin audífonos.
Durante diez minutos, presta atención a todo lo que te rodea.
Apunta (o simplemente recuerda) diez cosas que nunca habías notado antes en un lugar común:
una grieta, una sombra, un color, un sonido peculiar.
Cuando vuelvas, reflexiona: ¿cómo es posible que siempre hayan estado ahí y nunca las vi?

2. Un objeto, múltiples perspectivas

Escoge un objeto cotidiano —una taza, una piedra, un lápiz— y obsérvalo detenidamente durante un minuto.
Luego, descríbelo utilizando todos tus sentidos:
¿Qué sensación te produce al tacto?
¿Qué sonido emite al moverlo o al golpearlo suavemente?
¿Tiene algún olor característico, alguna temperatura particular, alguna historia asociada?
Ahora, cambia tu perspectiva: míralo desde arriba, desde un lado, a contraluz.
Notarás cómo el mismo objeto se transforma con cada cambio de ángulo.
Ejercitar la percepción sensorial y comprender que todo depende del punto de vista.


